domingo, enero 18, 2009

Libertad de opinión: incendiemos el Avila y apoyemos a los pirómanos

El Avila arde, pero hay que garantizar los derechos políticos de los pirómanos (Foto cortesía de Mundial YVKE)

Hace añacatales soy consciente de que en el tema político no vale la pena persuadir ni debatir con opositoras, porque para mí, esto es una guerra de convencidas y convencidos. Y dentro de este contexto político, no dejo de sorprenderme de las acciones y prácticas opositoras al rrrrrrRégimen castrocomunista instaurado por el presidente Chávez, siempre un paso adelante de la violencia mediática, simbólica, política y callejera. Ese discurso esquizofrénico en definitiva siempre alineado con discursos y estrategias "made in USA", vendido a las audiencias bajo declaraciones de "genuinxs demócratas" que terminan cayendo en terribles contradicciones porque a la hora de actuar, casi invariablemente se manifiestan violentamente: marchas incendiarias, amenazas veladas y/o abiertamente racistas, clasistas, homofóbicas.

Los y las infofrénicas militantes contra Chávez y todo lo que tenga que ver con él, están instaladas ya en un estado demencial incurable, una genuina fobia a su nombre —hay algunas que no pueden ni nombrarlo, puesto que también lo llaman "el innombrable"— y hasta llegan a justificar lo injustificable, como la quema del Parque Nacional Guaraira Repano por parte de los "estudiantes" opositores a la enmienda constitucional que permitiría la postulación sucesiva a todos los cargos de elección pública. No es no. Y de allí no los saca nadie. "Incendiar el país", propuso Yon Goicochea, una de las caras visibles de este movimiento estudiantil anémico de ideas políticas propias que tampoco profundizan demasiado en argumentos, ni razones, ni leyes. No es no. Es la manía incendiaria la que me ha movido a escribir estas cosas.

Tengo que decir como chavista convicta y confesa, que no comprendo la comparación que algunas personas establecen entre las protestas de los estudiantes identificados con la oposición y las manifestaciones de los estudiantes de las décadas de los 60, 70, 80 y 90. Lo único que tienen en común es que son estudiantes -algunos no tanto-, pero en el resto de las cosas son muy diferentes: en la ideología, en la posturas políticas, en la visión del país, los intereses que defienden y los vínculos sociales y económicos que manejan. Hay grandes diferencias entre métodos y muy mal podría equipararse quemar las banderas de Estados Unidos e Israel, monigotes, cauchos, autobuses —sacando los autobuses, sean privados o públicos, más grave éstos últimos— con un incendio forestal de pequeña, mediana o gran proporción en el cerro Avila o con incendiar a los chaguaramos de la avenida Bolívar. Hay varias cosas juntas y revueltas, pongámoslas por partes:

1. El derecho a la protesta y a la disidencia está más que garantizada en este país, donde hemos vivido procesos electorales casi cada año, la gente sale en marchas, caravanas, carros, portando franelas, gritando consignas, proponiendo frentes, está organizada bajo la figura de partidos políticos, asociaciones civiles, frentes colectivos de estudiantes, mujeres, empresarios, campesinos, etc., etc... Está en revisión el tema del financiamiento a las organizaciones no gubernamentales y fundaciones, desde hace mucho rato, ya que aquí y en muchas partes del mundo estas instancias han desviado sus intereses y actividades que las definieron originalmente y lo que es peor, conspiran en contra de los proyectos de gobiernos legítimamente constituidos y electos, para torcerlos a favor de corporaciones transnacionales. Y no me digan que esto es un delirio paranoico, allí están las guerras por el petróleo, el agua, las reservas forestales, la biodiversidad y las semillas terminator. Lo que estoy diciendo es que del mismo modo en que estas corporaciones inciden en las políticas públicas de los estados-naciones, sus equivalentes aparatos de inteligencia y política exterior de gobiernos poderosos —cuya nómina está pagada por estos capitales globales y amorales— inciden en las propias políticas y liderazgos nacionales, tal como está vista la injerencia de la CIA y el gobierno saliente de Bush en nuestro país. ¿Es necesario repetir lo que todas sabemos? Sí, pues parece que tenemos una amnesia selectiva y visceral que borra todo lo que no nos interesa ver.

2. No justificaré el fanfarroneo del presidente Chávez. Los hechos han demostrado que en los casos de amenazas, es más lo que dice que lo que hace. ¿Dónde están las persecuciones, encarcelamientos, gases lacrimógenos indiscriminados, estudiantes muertos, ilegalización de partidos políticos? Me parece desproporcionado, insólito o demasiado simplista, pensar que el gobierno de Chávez pueda utilizar gas mostaza o fósforo blanco para repeler las manifestaciones de cualquier signo político. ¿Dónde están las muertes de las manifestaciones estudiantiles ocurridas desde 1999 hasta aquí? De paso, al ritmo de la polarización política del período chavista, no hay manera que unas y otras reconozcan las fallas y aciertos del otro grupo. Así no hay consenso ni avance posible.


3. Como de interpretaciones libres se trata, lo que ha dicho el presidente Chávez finalmente le pone un límite a las acciones de la irracional oposición política. ¿Acaso la libertad de protesta, disidencia y expresión no tienen límites? Es la eterna discusión de las libertades individuales y colectivas de los regímenes políticos. Ahora yo pregunto... ¿quienes adversan a Chávez y a su "enmiendita" tienen derecho de incendiar (léase la definición del RAE: incendiar. (De incendio). 1. tr. Prender fuego a algo que no debería quemarse. Incendiar un edificio, las mieses. U. t. c. prnl.) el Parque Nacional Guaraira Repano mejor conocido como el cerro Ávila —o uno de sus sectores, por más pequeño que éste sea— sólo por el hecho de "protestar" y oponerse a la enmienda, para así mostrar su desacuerdo? ¿Podemos gritar —en claro apoyo a estas acciones— "viva la libertad de expresión y de movilización"? ¿No somos "mujeres de izquierda" las que no apoyamos las acciones de los estudiantes de la Universidad Metropolitana que incendiaron un parque nacional y quiere decir además que somos incondicionales de "Yo, El Supremo", o sea, del presidente Chávez? Son posiciones extremas. Es decir, no hay que ponerle límites al derecho a la protesta, a la libertad de expresión y de movilización. Incendiemos el Avila, apoyemos a los pirómanos, opongamonos rotunda e irracionalmente a Chávez con un NOOOOOOOOOO infinito a todo lo que haga y diga, así sea evitar que "una protesta pacífica" (donde hasta policías heridos hubo), pretenda incendiar un parque nacional e inclusive impedir a los bomberos forestales y la Guardia Nacional que apaguen el fuego... qué bella forma de ser mujeres de izquierda.

4. La libertad de expresión y más allá, el derecho a la información que día a día se cercena en este país, por toda la información que roban las corporaciones mediáticas locales, apoyadas y subsidiarias de las campañas internacionales de descrédito contra Venezuela, y particularmente contra el presidente Chávez, da para hacer más de una tesis doctoral, incluyendo el "blackout" del Golpe del Estado de 2002, cuando se transmitieron cómics y series enlatadas mientras ríos de gentes eran reprimidos por la dictadura carmoníaca que duró, gracias a las diosas, apenas pocas horas. Ese derecho a estar informada, el periodismo de investigación, análisis o precisión, como lo llaman en España, se extravió en este país hace mucho, antes de Chávez inclusive, y ha terminado de caer en las tinieblas de su aguda crisis con la radicalización de la polarización. Cada quien ha instalado sus aparatos de propaganda política y el derecho a la información ha sido secuestrado, salvándose en muy pocos casos, las diferentes miradas sobre un mismo hecho. No se le puede pedir a nadie objetividad, porque además —dicho sea de paso— no creo en ella. Pero podría hablarse de cierto grado de imparcialidad que se traduciría al menos en darle voz —oportunidad de opinar, decir, mostrar— las diferentes versiones de los diversos actores sobre un mismo caso dentro de un mismo espacio. Es lo mínimo que yo pediría, lo más sensato, lo básico. Pero no es posible aquí y ahora, los aparatos de propaganda —de uno y otro lado— no perdonan un momento de locura, o sea, de periodismo serio. En todo caso, incendiar el Ávila ¿qué tiene que ver con la libertad de expresión? Incendiar parques nacionales es un delito tipificado por la Ley Penal del Ambiente, y además, es una acción éticamente cuestionable, inadmisible. Impedir que se apague un incendio forestal o no informarlo también son delitos tipificados. Lo menos que esperaba era una reacción del presidente Chávez y de la ministra del Ambiente y sus funcionariado, pronunciándose por esta deleznable acción, venga de donde venga. Para que no quede ninguna duda, lo condenaría con la misma vehemencia si los resposables fueran los más furibundos chavistas. Allí está el ejemplo de Choroní (Playa Grande), campaña que vengo apoyando desde el año pasado, por el reordenamiento y plan cultural como respuesta a la anarquía y cloaca provinciana en la que se ha vuelto ese otrora monumento natural turístico.

La postura y y orquestación de la respuesta mediática opositora da mucho que pensar, comenzando por la distorsión y doble discurso—cínico e hipócrita— de sectores que tradicionalmente juegan a mantenerse "al margen" de los escenarios políticos, como es el caso de la Iglesia Católica y su vocería de alta jerarquía. Los obispos, rectores y la alta jerarquía ataca y declara jugando a políticos profesionales y luego quieren que les respondan como líderes espirituales. Pues no son ni lo uno, ni lo otro. Son una repugnante mezcla, deformación tanto de lo que esperaría una de cualquier actor político como del propio liderazgo eclesiático. Ni hablar de los llamados medios de comunicación, que ni son medios ni comunican. Ya lo dije: los aparatos de propaganda disparan acusaciones a diestra y siniestra, desplazando a los jueces, se hacen árbitros y tribunales, juzgan y condenan. Luego, quieren ser tratados como "imparciales mediadores", "objetivos", "neutrales".

Estamos bastante lejos de cualquier tipo de neutralidad. Y sospecho de quienes vienen con discursos conciliadores, mediadores e imparciales. Sin embargo, aunque creo en las salidas honorables para todas las partes, aspiro a que cada quien asuma las consecuencias de sus actos de libertad. Y allí está el principal problema de la oposición fascista, racista, clasista, lesbofóbica, homofóbica, intolerante y obtusa que jamás ha creído en salidas democráticas, mucho menos participativas y protagónicas: no se asume tal como es, de ultraderecha, conservadora, rígida, contrarrevolucionaria. Lo peor no es eso, sino pretender engañar (no sé a quién) con el cuento de la democracia, la tolerancia y la paz, cuando buscan la guerra y el desprecio por todos los medios posibles. El grupo "Yo no fui" incendia el Ávila, asedia embajadas, lanza golpes de Estado, realiza persecuciones, mantiene agendas ocultas y todavía tiene el tupé de responsabilizar a cualquier otrx de sus propias acciones desestabilizadoras. A estas alturas, no sé cuál será la salida política para esta guerra de baja de intensidad, pero sin duda, pasa por exigir y esperar a que la oposición política irracional y golpista, madure, crezca, llegue a la mayoría de edad y, como sostiene Kant, "tenga el valor de usar su propia razón" y prescinda de "asesorías" foráneas con acento anglosajón...

Por último... digo yo, ¿eso es lo que proponen quienes se oponen a la enmienda? ¿Así pretenden "gobernar" al país? ¿Incendiando parques nacionales, entregándole nuestros recursos naturales a las transnacionales y acusando de dictadores a quienes aspiran un poco de paz y un estado de bienestar y justicia social? Yo sí quiero paz social y política, sí quiero la vida, la esperanza, porque con todos los desaciertos y errores de Chávez, me quedo con este proyecto de país sobre la base de la apertura, la participación y el protagonismo de los históricamente excluidos. La oposición política ha querido vendernos un proyecto político sobre la base del exterminio de un líder. Es así porque se han cansado de instigar al magnicidio y lo único que yo puedo leer en sus páginas de opinión es racismo, clasismo, sectarismo, homofobia, lesbofobia, desprecio, odio... Por eso me quedo con lo positivo, lo vital y rescatable de esta última década. Yo sí.