Me uno a la propuesta de Roberto Hernández Montoya de implosionar la esperpéntica mole de concreto y cabilla llamada Sambil, construida en la Candelaria. A este río le venían sonando esas piedras desde hace largo rato. Desde que empezaron a preparar el terreno, los vecinos nos pusimos en guardia.
Esta monserga añeja se tradujo en la crónica de un escándalo anunciado: ¿y los responsables? De nuevo el tema de la impunidad. "La respuesta a las necesidades de los pobres no puede plantearse con ideas pobres", decían los honorables arquitectos que escriben semanalmente en Últimas Noticias en un excelente artículo titulado "Sambil, reto socialista", que analizaba las consecuencias urbanísticas de la construcción de ese mamotreto asfixiante.
Deshacer lo hecho conlleva pérdidas tras pérdidas. Del capital político ni hablemos, eso también se va desgastando, se ha dilapidado por la vía de las decisiones ¿o desgobierno? erráticas de quienes asumen cargos de elección popular y miran hacia otro lado mientras crecen estas fortalezas del capitalismo más despreciable y deshumanizado.

¿Cuándo será visitado por la Comisión de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles?
Bien por el presidente Chávez, quien acaba de admitir vía telefónica en un programa de entrevistas en el Canal 8, que la decisión no pudo tomarla antes porque no sabía de la construcción del infame armatoste. ¿Cómo creerle a mi querido y respetado presidente Chávez?
Es el colmo de la irresponsabilidad de los decisores involucrados, que deberían ser interpelados cuanto antes, a saber: Freddy Bernal, Juan Barreto, los concejales que aprobaron la medida, el propio Contralor General de la República, Clodosvaldo Russián, ratificado en su cargo y quien despacha a pocas cuadras de allí, en la avenida Andrés Bello.
Durante estos tres años de construcción, pasaron por allí con bastante probabilidad —no puedo asegurarlo— el Ministro del Interior y Justicia (Ramón Rodríguez Chacín, quien antes cerraba la calle hacia Platanal cada mañana a su llegada con su cohorte de camionetas y hombres armados, puertas abiertas y cuerpo afuera y, ahora, Tarek El Aissami), la propia Fiscala del Pueblo tuvo que haberlo visto ahora y antes, también Isaías Rodríguez, quien lo veía al llegar muy tempranito cada mañana a su despacho en su carro blindado y sin aspavientos por la avenida Universidad.
Supongo que también debieron haberlo visto descuidadamente al dirigirse allí mismo a la Plaza Morelos, la Defensora actual y el Defensor del Pueblo anterior, Germán Mundaraín, con ese garbo inconfundible de quien jamás declaró desde una maternidad o una cárcel a pesar de su apertura, todo hay que decirlo, pues fue de los pocos funcionarios que recibió a los grupos LGBT durante la discusión de la Reforma Constitucional de 2006. Sin embargo, nos consta que la Defensora y el Defensor no despachan desde la sede de la Plaza Morelos, sino desde la propia avenida Urdaneta en la Torre Latino, desde unas confortables y lujosas oficinas.

¿Quién no vio a esa mole crecer año tras año, quién no vio cómo se inundaba el foso de tierra amarilla en épocas de lluvia, cuando la construcción se detenía? Tampoco los medios de información privados lo vieron. ¿Y cómo? Tampoco lo vieron los medios alternativos o muy pocos de ellos que le dieron mínima cobertura al monstruo que crecía antes sus ojos. Todas y todos lo vimos. Era casi imposible no verlo o padecer el infernal tráfico automotor que llegaba a niveles de histeria cuando los semáforos de la Vollmer y la Andrés Bello se estropeaban.
Para montarle una estructura metálica al mamotreto en su puerta principal, la avenida oeste estuvo cerrada por más de dos semanas, y entre los negocios de electrodomésticos, restaurantes y los camiones de recolección de desechos —que son varias toneladas— se trancaron las vías hasta el punto del desastre.
Toda esa zona está colapsada desde el punto de vista vial y urbanístico: calles demasiado estrechas por donde antiguamente pasaba el tranvía eléctrico. La Candelaria cumplió 258 años de fundada, según los colonizadores españoles y, sin embargo, son mínimos los esfuerzos exitosos y visibles por rescatar su historia: nadie sabe del tranvía, ni del patrimonio histórico y artístico de sus construcciones viejas, el Paseo Anauco que lleva años en restauración y jamás hemos visto algo concluido, sino las repugnantes vallas publicitarias del Ministerio del Ambiente con la inmensa cara de nuestro querido Presidente Chávez, el alcalde de Venezuela.

Ya hemos dilapidado un capital político importante gracias a la impunidad, a la indiferencia, la falta de compromiso con el trabajo político de las bases.
La Parroquia Candelaria ha sobrevivido al margen de todas las leyes y el sentido común urbanístico: están acabando con sus árboles, aquellos mijaos centenarios que un grupo de ecologistas ha denunciado incansablemente ante los oídos sordos del resto de la comunidad y los grandes ministerios, como el del Ambiente, el Ministerio de Infraestructura y todos aquellos que han volteado la mirada ante el arrase capitalista.


"Candelaria hermosa, brillante lucero..." no la virgen, sino la parroquia, muere de mengüa atestada de toneladas de desechos sólidos, provocando una contaminación inadmisible de los contenedores de basura, ahogada en monóxido de carbono que escupen miles de tubos de escape que a diario transitan sin conseguir estacionamientos, puesto que existen muy pocos, y ahora sin árboles, porque a los comercios como Dorsay les molesta y otros que han seguido su ejemplo.
¿Estos funcionarios y funcionarias que pasan a diario por allí no ven estos desastres urbanos y ecológicos? ¿Es invible todo esto para sus ojos, fue un acto de magia del mago Cohen? ¿O llegaban en helicópteros directo a sus helipuertos que tienen, al menos, la Fiscalía, la Contraloría y demás entes gubernamentales? ¿Ni siquieran vieron la mole desde el aire?
No sólo hemos sido cómplices silenciosos, sino que también hemos propiciado la construcción de estos templos del consumo contemporáneo. Baste ver el extraordinario reportaje de Luigino Bracci en su blog sobre la inauguración del Millenium Mall por parte del exgobernador Diosdado Cabello con su cómplice José Vicente Rangel Ávalos. A ellos también habrá que pedirle cuentas por su falta de coherencia política y revolucionaria.


Otro de los aspectos críticos con que se toparán en este período los nuevos alcaldes y el resto de las autoridades como el Seniat y la fiscalización tributaria, así como la silenciosa Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, será enfrentar a las poderosas mafias dueñas del negoción ilegal que está allí mismito, al lado del monstruoso Sambil Candelaria, en la esquina de Urapal: el impresionante casino que ha funcionado en la total clandestinidad pública —valga el contrasentido— a vista de todas y todos los que transitamos a diario por allí. Ese es otro monumento invisible que nadie ha visto en los últimos 10 años. Una década completa y no hay manera de que las autoridades como Titina Azuaje le meta el pecho a mafias tan nocivas como prósperas que actúan en la más absoluta y completa impunidad. Efectivamente, en esta cuadra embrujada todo es invisible y nadie puede ver lo que allí ocurre. ¿Así puede tener futuro el socialismo bolivariano?


La conspiración del dinero utilizado para los fines más despreciables por parte de Salomón Cohen y su empresa constructora de cárceles comerciales en pleno trópico ha quedado descubierta por el Alcalde de Venezuela, de los 336 municipios, Hugo Chávez. El único que tienes ojos para ver y oídos para escuchar con atención y actuar a favor de las comunidades, de los que padecemos y morimos un poco cada día en esta Caracas amada y odiada al mismo tiempo.
No dilapidemos más capital político, abajo las máscaras, sirvámosle al pueblo con calidad revolucionaria, como decía Alfredo Maneiro y no nos suicidemos en primavera.



a nadie importan estos seres humanos. Importan los clientes y los tarjetahabientes...
